Para muchas empresas, la innovación es una colección de iniciativas en expansión, activas pero descoordinadas, y gestionadas con estrategias vacilantes. Para obtener rendimientos constantes y superiores a la media, las empresas necesitan un portafolio de innovación equilibrado y la capacidad de abordarlo como un todo integrado.
Al igual que con cualquier otro portafolio, algunos de los proyectos funcionarán bien, mientras que otros no. En el caso de la cartera de innovación, la disparidad entre el éxito y el fracaso es muy amplia, porque en el fondo es una herramienta para la exploración disciplinada que asume necesariamente el riesgo mínimo pero necesario para afrontar con éxito la velocidad del cambio.
Para comenzar a diseñar nuestro portafolio de innovación, debemos partir por las ideas y proyectos existentes o posibles, y valorarlos en función de la inversión necesaria, sin olvidar que este balance es una asignación inicial e hipotética, que se validará a medida que continúe el proceso de desarrollo del portafolio.
Para ello es importante tomar en cuenta:
La alineación estratégica. ¿Está o sigue estando el portafolio de acuerdo con nuestra estrategia de innovación?
El proceso de selección. ¿Sigue siendo apto y adecuado? ¿Se tiene en cuenta lo necesario para afrontar los posibles cambios y escenarios imaginables?
Revisión de nuestro modelo de inversión. ¿Está de acuerdo la inversión con los beneficios esperados?
Revisión de los proyectos para comprobar si los objetivos, presupuesto, grado de avance, resultados esperados etc. siguen siendo válidos.
Al descubrir cómo administrar la innovación como un sistema integrado dentro de los objetivos generales del portafolio, podrás aprovechar su energía y convertirla en un motor confiable de crecimiento.